Esta es nuestra manera de despedir el
año 2013.
~Un poquito de Turismo Rural y sobre todo mucho de montaña~
~Un poquito de Turismo Rural y sobre todo mucho de montaña~
Nos quedamos con la miel en los labios a los pies de los Galayos al ver que el tiempo en la cumbre anunciaba ser bastante inestable. Sin más, continuamos para ver todas las posibilidades de subir al punto más alto, La Mira (2343 metros).
La lluvia no daba tregua durante toda
la semana y toda la noche, pero siempre positivos confiamos en que al
día siguiente (como vimos en la meteo) el tiempo iba a mejorar, y
así fue. El día anterior ya teníamos todo preparado con la idea
de desayunar, colocar todo el equipo dentro del coche y así,
minimizar el tiempo de salida.
A las 7:00 de la mañana, aún se
contemplaba un cielo oscuro y nubes que dejaron caer algunas gotas
sobre el parabrisas. Este panorama junto con mi estado de
somnolencia, hizo que me quedase “frita” a la media hora de
ponernos en marcha y justo a la altura de Talavera empecé a
espabilarme.
Con un cielo curiosamente despejado,
sobre las 9:00 ya comenzamos a ver la impresionante cordillera de
montañas de la Sierra de Gredos, con nieve en las cotas más altas.
Ver esto fue muy gratificante, nos relagaron ese día unas
increíbles vistas a pesar de todo y eso se agradece.
Pasamos por Arenas de San Pedro, un pueblo muy cuco del cual mi abuela me suele contar algunas historias de su infancia. Yo nunca había estado allí, así que verlo al menos de paso fue bastante agradable y sorprendente, ya no solo por su ubicación donde prima la naturaleza en estado puro, si no, por lo bien aprobechado y cuidado que parecen estar los recursos que pueda ofrecer el pueblo, como es el Castillo de Condestable Dávalos, aperentemente bien conservado, declarado Monumento Histórico Artístico desde 1931:
Espero algún día poder volver con más
tranquilidad para visitarlo y deleitarme con los encantos que seguro
ofrece cada rincón de Arenas de San Pedro. El siguiente pueblo que
nos encontramos es Guisando con unos 800 habitantes aproximadamente y
es a partir de allí, donde se deja ver la mezcla de tonalidades, y
coloridos exquisitos del bosque recordando al Otoño, con árboles de
8/15 metros de altura, nada que ver con los bosques de la Sierra de
Guadarrama. A pocos metros, a nuestra izquierda nos encontramos con el Campamento Luís Manuel López Martínez con perfectas chozas
hechas con troncos y un montón de actividades (si pudiésemos ser de nuevo niños...):
Un vez llegamos a la plataforma del
Nogal del Barranco nos atamos bien la botas, nos pusimos la ropa de
abrigo (y guardamos la que pudiese hacernos faltas más arriba), las
mochilas a la espalda y a las 10:30 comenzamos la andadura de unas ¾
horas aproximadamente. El camino comienza muy arbolado y muy bien
señalizado para tomar las distintas rutas que se pueden realizar.
Después de una hora, comenzaron a aparecer las primeras cascadas y
riachuelos (hay que tener cuidado a la hora de
cruzarlos para no resbalar).
El camino es muy cómodo hasta llegar a el camino de las Zetas, algo que nos pareció estupendo cuando lo observamos tan bien empedrado. He de decir que nos entretuvimos
mucho, yo a la ida y mi padre a la vuelta, no podíamos dejar de
hacer fotos o grabar cada detalle y las vistas que iban cambiando
cada “X” metros recorridos. Por fin llegamos al camino de las Zetas, aquí
ya se pone interesante el asunto, mucho hielo en ascensión
totalmente vertical, mucho viento y gran caudal de agua de la lluvia
de días anteriores.
Vimos como un grupo de montañeros que
iban delante nuestra se daban la vuelta, por la inseguridad de
algunos componentes para continuar hacía el Refugío Victory (según
nos dijeron). Mientras, nosotros nos pusimos los crampones e intentamos hacer un poco de escalada por el hielo, mi me ayudarían a subir. En ese
momento es cuando piensas lo importante que es ir acompañado a la
montaña en ciertas circunstancias (no siendo la primera vez que nos
encontramos en una situación así).
Continuamos un poco más hasta
encontrarnos una cascada donde nos quedamos paralizados unos minutos al no saber que hacer. Al rato mi padre se decidió y saltó
hasta el otro lado (un intento arriesgado), por eso yo decidí esperarle (el frío y el aire comenzaba a hacerse
insoportable). A los 15 minutos, apareció mi padre a lo lejos decepcionado, haciéndome señales para que diésemos la vuelta. Así
que comencé a descender.
Finalizamos el descenso por el camino de las Zetas, y mientras preparábamos la comida nos dimos cuenta de lo cerca que estuvo mi padre del Refugio, pero por aquella vía, al menos ese día, era inaccesible para nosotros y arriesgarse era demasiado esta vez. Quizás por otra vía hubiese sido más viable poder ascender, no lo sabemos, sin embargo no nos arrepentimos de haber madrugado tanto para disfrutar de todo lo relatado y volveremos seguro en cuanto podamos para culminar nuestro próximo 2000.
Candi y Laura
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